por Mike Hurt
El momento de la reunión grupal está aquí. Con tu plan grupal en mano, tu objetivo como líder será involucrar a todos en el estudio de la Biblia. Algunas personas del grupo necesitarán que los motives a hablar; otros necesitarán que les recuerdes que otros en el grupo también tienen cosas que decir. ¿Qué puedes hacer para equilibrar cada uno de estos extremos? Dale tiempo a la persona que no habla. Lo más probable es que estén descubriendo si pueden confiar en el grupo antes de entablar una conversación. Es posible que desees hablar con ellos fuera del tiempo grupal y preguntarles cómo puedes ayudarlos a unirse a la conversación de manera segura. Obtén su permiso para hacerles preguntas directas durante el tiempo grupal. Con estos límites establecidos, es probable que incluso la persona más tímida participe en la discusión.
Luego está la persona que habla demasiado. No tengas miedo de confrontar esto directamente en el grupo cortándolos suavemente diciendo algo como: “Gracias por compartir Mike. ¿Alguien más tiene algo que compartir?” No esperes a que se detengan. Eso matará al grupo. Nadie quiere ser parte de un grupo donde una persona domina la conversación. Si ese patrón continúa, deberás hablar con ellos uno a uno. Hazles saber que están dominando el tiempo del grupo y que necesitas su ayuda para involucrar al resto del grupo.
A veces necesitarás redirigir a todo el grupo, no solo a un miembro. Esto sucede cuando el grupo comienza a perseguir detalles secundarios que lo alejan del foco de la discusión. Sé sensible a esto, porque Dios puede estar rediseñando el tiempo ante tus ojos. ¿Una buena regla de oro? Permíteles perseguir detalles secundarios que los llevan a un lugar donde las personas están hablando de la actividad de Dios en sus vidas o a lugares donde las personas se sienten desafiadas por Dios a dar nuevos pasos de fe. Si el rastro de detalles secundarios te lleva a lugares distintos a este, debes llamar la atención del grupo para que vuelva al foco del estudio.