Por Faith Whatley
Esta historia verídica de devoción cristiana hará que quieras amar de otra manera .
Mi suegro sufrió de Alzheimer durante muchos años. Vimos cómo mi suegra lo cuidaba con fortaleza y valor. Dado que yo, su nuera, vivía a ocho horas de viaje de su casa, no podía participar del cuidado de él día tras día, como lo hacían su esposa y sus hijos, pero aun al observarlos de lejos, aprendí mucho sobre el amor, la fortaleza y la gracia . No fue nada agradable, pero sí muy bello.
El Alzheimer es una enfermedad muy cruel. Es cruel para quienes están atrapados en sus garras y para aquellos que los aman . Se roba los recuerdos y deja horror en su lugar, en su propia vida y en las de los que sobreviven. Mi esposo se ha debatido con un profundo dolor y también, por qué no decirlo, con mucha ira en estos dos años que han pasado desde que perdió a su papá . Estoy segura de que no es el único; más de una vez he pensado: si él está tan enojado, ¡cuánto más lo estará su mamá!
Sé que mi suegra no se definiría a sí misma como una persona fuerte, pero yo no estoy de acuerdo.Es una de las mujeres más fuertes que conozco.Con esa fortaleza tan poderosa que ni siquiera es visible cuando está en su punto más elevado, y no se ve porque es tan desinteresada que es casi como algo que se da por descontado.Pero no nos equivoquemos: es la fortaleza más poderosa de todas.Estoy segura de que es dada a quienes han vivido una vida de honra y obediencia, adorando cada día a Dios con su vida.
AMOR, LA HISTORIA REAL
Esta es la historia de un amor incondicional; no el tipo de amor que se ve en las películas o en las canciones o en las poesías.Esto es de verdad, ese amor que dura una vida y crea un legado de matrimonios fuertes.Mi esposo lo describiría de manera diferente, más simple, más colorida.Él salió a su padre.
Jim y Jan Whatley se conocieron en la universidad.Él la persiguió sin descanso, pero al principio, no logró impresionarla.Eso cambió cuando ella descubrió que no podría quitárselo de encima con un rechazo, ¡ni con muchos! Él era incansable en su empeño, y ella dice que no la dejaba en paz.La comprendo, porque mi esposo es igual; persigue apasionadamente todo aquello que le interesa y evita todo lo que no le interesa.Lentamente, ella comenzó a ceder, y empezaron a salir.Y terminó enamorándose de él, que ya estaba loco por ella.Muy enamorados, pronto se casaron.
Ambos eran profesores, y criaron a cuatro hijos increíbles en un lugar que en los años setenta era un paraíso: Pensacola, Florida.Con el tiempo, sus hijos se casaron, y la familia se agrandó: 13 nietos y 9 bisnietos y uno más en camino.¡Un verdadero legado! Jim vivió una larga vida colmada de bendiciones; falleció a los 82 años, en 2016.
Su padre había muerto cuando él era apenas un bebé; así que, considerando que nunca tuvo padre en su vida, fue un muy buen progenitor; un hombre que, sin ser perfecto, fue un perfecto papá, abuelo y bisabuelo.
Hace unos 10 años, notamos que mi suegro repetía una y otra vez las mismas historias.A medida que fueron pasando los años, los síntomas se volvieron más obvios y, dirían muchos, típicos, pero no son típicos cuando se trata de un ser amado.En realidad, es algo que te parte el corazón y te hace un nudo en el estómago.Decir que es cruel es decir poco; día tras día, uno pierde un pedacito más de esa persona.Y el día tras día se convierte, muchas veces, en año tras año.
EL AMOR, UNA LECCIÓN DE BIEN
Todo creyente sabe y se aferra a la verdad de que Dios está obrando para bien TODO el tiempo.No sé si todo creyente llega a ver ese bien en esta vida.Pero el hecho de que no lo veamos no significa que no sea bueno, ¿verdad? Jimmy y yo estamos seguros de que hay más bien por venir.Lo que sigue es parte de ese bien que hemos visto en la devoción de mi suegra, como la de Cristo:
- Nunca corrigió a Jim ni lo avergonzó en público.
- Siempre cubrió a su esposo, terminando las frases o las ideas de manera humilde, sin llamar la atención hacia sí en lo más mínimo.
- Permitió que Jim siguiera siendo el hombre de la casa, respetando sus decisiones; aun cuando él estaba confundido y equivocado, ella siempre lo consultaba.
- Protegía su dignidad y su orgullo cuando sucedía algo que pudiera avergonzarlo, muchas veces, haciendo un gran esfuerzo y prefiriendo pasar vergüenza ella misma.
- Ni una vez se quejó, aunque todo era muy difícil.Solía esconder las dificultades, en sus muchas formas, solo para no preocuparnos.
- No pidió ayuda hasta que fue evidente que necesitaba más ayuda de la que ella podía dar.
- Atendió todas las necesidades, tanto físicas como mentales, de su esposo, todo el tiempo.
- Actuó con gracia, aun cuando era difícil y la enfermedad había afectado la personalidad de él.
- Nunca dejó de esforzarse, aunque a veces estuviera agotada.
- Siempre lo incluyó.Cuando llamábamos, lo ponía al teléfono y lo hacía participar, aunque la enfermedad hiciera difícil que él pudiera llevar una conversación.
- Lo amó profunda e incondicionalmente, hasta el fin, y para la eternidad.
- Permaneció fiel a él, a pesar del mal que lo aquejaba y del mal pronóstico.Y hasta el día de hoy, continúa buscándole contentamiento y sentido a todo lo que sucedió.
¿Qué clase de amor es ese? Un amor que nos ha enseñado a buscar eso mismo; en medio del dolor, vemos el bien en nuestro matrimonio.Mi esposo sabe que era necesario.Aún busca el porqué, y mi oración es que encuentre respuesta, pero él sabe que es para bien.Aunque yo no lo veía en su momento, ahora reconozco el regalo que he recibido.Pude ver a alguien amar incondicionalmente, «en las buenas y en las malas, en salud y enfermedad», y hacerlo bien, con honor.Ha sido un obsequio precioso que la mayoría de la gente solo ve una vez en su vida, y yo agradezco haber sido testigo y tener una suegra que amó tan profundamente, que se convirtió en un ejemplo para todos nosotros.
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Faith Whatley es directora del Ministerio de Adultos de la División de Recursos de LifeWay. Tiene dos hijos con su esposo Jim: Hugh, casado con Milan; y Grace, casada con Matt. Los Whatley son miembros activos de Gladeville Baptist Church.